La información subyace en la posibilidad misma de la autodeterminación individual

El modo en que una sociedad produce su entorno informativo se sitúa en el núcleo mismo de la concepción de la libertad. ¿Quiénes pueden decir qué y a quiénes? ¿Cuál es el estado del mundo? ¿Qué información cuenta con credibilidad? ¿Cómo influyen diferentes formas de acción en el devenir del mundo? Estas preguntas remiten a los cimientos de la acción humana efectiva. Ellas determinan el abanico de opciones que los individuos entienden que se abre ante ellos, así como el abanico de consecuencias de dichas acciones; determinan qué asuntos se entienden como abiertos a debate en una sociedad, y qué metas o vías de acción colectivas se consideran imposibles; determinan qué opiniones cuentan para la acción colectiva y cuáles se pierden y jamás se introducen en el debate sobre lo que deberíamos hacer como entidades políticas o comunidades sociales. La libertad depende del entorno informativo que habitan esos individuos y sociedades. La información subyace en la posibilidad misma de la autodeterminación individual. La información y la comunicación constituyen las prácticas que posibilitan que una comunidad conforme un repertorio común de concepciones acerca de lo que está en juego y de las vías abiertas que están a nuestra disposición. Ambas son componentes constitutivos de los mecanismos formales e informales de decisión sobre la acción colectiva. Las sociedades que incorporen la emergente economía de la información en red en una ecología institucional que dé cabida a la producción no mercantil, tanto individual como cooperativa, mejorarán la libertad de sus miembros en todas estas dimensiones.

La economía de la información en red mejora la capacidad de los individuos para hacer cosas por y para sí mismos, y les hace menos susceptibles de ser manipulados por los demás de lo que eran en la cultura de los medios masivos. En este sentido, el surgimiento de este nuevo conjunto de relaciones técnicas, económicas, sociales e institucionales puede incrementar el protagonismo relativo que todos los individuos pueden asumir en sus propias vidas. La economía de la información en red también promete proporcionar una plataforma mucho más robusta para el debate público. Posibilita que los ciudadanos participen de forma continua y ubicua en la discusión pública, y ello no como receptores pasivos de una «sabiduría recibida» de manos de los bustos parlantes profesionales, sino como participantes activos en discusiones mantenidas en muchos niveles de la estructura política y social. Así, los individuos pueden averiguar más información acerca del estado del mundo y compartirla con los demás de modo más eficaz; pueden examinar las demandas ajenas, así como producir las suyas propias y ser oídos tanto por gente afín como por gente opuesta a sus ideas. En un nivel más fundamental de comprensión colectiva, el desplazamiento de una economía de la información industrial a otra en red aumenta el grado en que los individuos pueden convertirse en participantes activos en la producción de su propio entorno cultural, abriendo la posibilidad de una cultura más crítica y reflexiva.

Yochai Benkler
La riqueza de la redes
Segunda parte: La economía política de la propiedad y del procomún